El gobierno guarda silencio sobre la compra de La Posta por parte de un asambleísta de ADN. El SRI no explica qué paso con la deuda tributaria del Grupo Noboa. Tampoco dicen nada sobre el vehículo de Industrial Molinera que visitó a un sospechoso de colocar una bomba en Guayaquil. El que calla, otorga dice el refrán popular.

La familia, como concepto, también tiene una definición mafiosa. En el mundo del crimen organizado o de las oligarquías que coquetean con el hampa, la familia lo es todo.
Bajo esta concepción, todo se justifica por defender y proteger a la “familia”. Y tal parece que ese principio guía el actuar del presidente Daniel Noboa.
Queda ahora claro que Noboa llegó al poder con la casi única misión de colocar a su familia en la cima del país, a costa de aplastar al resto de los ecuatorianos.
Y para mantenerse arriba, Noboa y los suyos están dispuesto a todo. No solo se trata de estrategia política, sino también que están dispuestos violar la ley o reprimir derechos. No importa si eso cuesta vidas.
Tres casos revelan el posible cometimiento de delitos como testaferrismo, lavado de activos, estafa, asesinatos, entre otros. Y todo parece que eso lo hacen gracias a vínculos con el hampa.
1. SRI extingue la deuda de Grupo Noboa
Hasta la fecha el Servicio de Rentas Internas (SRI) le explica al país porqué la deuda del Grupo Noboa, quien fuera el mayor deudor del país, se redujo a cero.
De hecho, fue la familia Noboa la que informó al país de la jugada en un comunicado en el que hace veladas amenazas a medios de comunicación. Como la mafia.
¿Cómo lo lograron? Pues colocando al Estado al servicio de los intereses de los Noboa. Por eso el presidente nombró como directora del SRI a una exfuncionaria de Grupo Noboa que se dedicaba a la cuestión tributaria.
Así, Noboa cumple la promesa que hizo en el debate presidencial: que no cobraría la deuda de su familia.
2. La compra de los medios de comunicación
Nadie sabe cómo el asambleísta de ADN, Luis Alvarado, desembolsó más de dos millones de dólares para comprar La Posta y Radio Centro.
Su patrimonio no supera los 60.000 dólares. Él ahora es asambleísta suplente, pero en el periodo pasado fue titular.
Es alterno de su pareja, la asambleísta de ADN, Janina Rizo. Ni él, ni ella, ni su jefa de bancada, peor Niels Olsen, han ofrecido explicaciones al país.
A la vocera del Gobierno, Carolina Jaramillo, le preguntaron sobre el caso. Y ella contestó que no sabía nada. Lo mismo han respondido uno que otro legislador de ADN consultado sobre el tema.
La Fiscalía no investiga, la Contraloría tampoco. La UAFE, a donde los asambleístas reportan mensualmente sus movimientos financieros, está muda.
Y su silencio es tan descarado que emitieron un informe por lavada de activos contra el alcalde de Guayaquil, Aquiles Alvarez. Aquí la Fiscalía actuó de inmediato, con Alvarado no.
¿De dónde sacó la plata Alvarado? ¿mintió en su declaración patrimonial a la Contraloría y en su reporte a la UAFE? Hay indicios de perjurio, testaferrismo, lavado de activos, pero el caso se mantiene en la impunidad.
3. Un vehículo de Industrial Molinera en la Trinitaria
Un vehículo de alta gama que es propiedad de Industrial Molinera acudió a una casa en la Isla Trinitaria donde permanecía el principal sospechoso de colocar una bomba en la Bahía de Guayaquil.
El ministro del Interior, John Reimberg, tan adepto a dar declaraciones contra jueces y fiscales está mudo.
La Policía también guarda silencio, al igual que la empresa. Para informar que redujeron la deuda tributaria a cero sí emitieron un comunicado; en este caso no.
Este círculo de la impunidad se realiza gracias a que los Noboa controlan el Consejo de la Judicatura y la Fiscalía. Eso les permite violar la ley abiertamente.
Los medios de comunicación se suman esto, porque apenas informan sobre estos casos. De hecho, si alguien se pregunta si las bombas en Guayaquil son un operación de falsa bandera, la respuesta es la burla.
Nadie puede cuestionar, nadie puede denunciar. La mafia impone el silencio gracias que lo controla todo.
Así Ecuador parece la Nicaragua de los Somoza o de los Ortega. Una república bananera donde todo está al servicio de la familia gobernante que, para permanecer en el poder, está dispuesto a todo. Lo más triste es que medio país lo acompaña en esa misión.
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