Moreno estrena espacio de propaganda disfrazado de entrevista

Los periodistas siguieron el libreto del gobierno. Nadie preguntó sobre el terrible manejo de la pandemia o sobre las promesas incumplidas como la rebaja de su sueldo.

El presidente Lenín Moreno durante el estreno del espacio «De frente con el presidente» este 16 de noviembre de 2020.

El presidente Lenín Moreno estrenó, a seis meses de entregar el cargo, un espacio de entrevistas en la que responderá las preguntas de la ciudadanía. Curioso: casi al final de su mandato el jefe de Estado se acuerda de la rendición de cuentas.

Moreno siempre ha sido un presidente esquivo a las entrevistas. Su dificultad para expresarse hace que cualquier entrevista sea una polémica en potencia.

Debido a que cuando improvisa es capaz de decir que el acoso solo lo hacen los “feos” o destacar el “espíritu emprendedor de los monitos”, una entrevista siempre es muy calculada por sus asesores.

Ha funcionado como un recurso in extremis, cuando resulta imposible que el presidente no responda preguntas. Así habló con periodistas en la crisis de la frontera norte y en la de octubre de 2019.

Para evitar la vergüenza pública, el presidente prefiere periodistas extranjeros que le permita escapar de las preguntas sobre las contradicciones internas y que solo importarían a los ecuatorianos, pero no audiencias de afuera. También opta por «entrevistadores amigos».

Con ese antecedente, Lenín Moreno estrenó el espacio “De frente con el Presidente” que de frente tiene muy poco. Como es costumbre en Carondelet, se trató de un espacio de propaganda, un esfuerzo inútil de tratar de levantar la alicaída imagen del gobernante.

El set era una mesa con cinco integrantes. Por el gobierno estaba Moreno, su ministro de Comercio Exterior, Iván Ontaneda, que entre los periodistas es muy conocido por hablar mucho pero no decir nada. También estaba la secretaria de Comunicación, Caridad Vela, que básicamente es una maestra de ceremonias en cuanto evento pueda organizar.

Como periodistas fungieron el radiodifusor Eduardo Mendoza y la periodista Luisa Delgadillo. El primero llegó a preguntar si entregará el poder en mayo de 2021, si habrá una transición ordenada y si terminará el periodo, después por supuesto, de alabar el talante democrático de Moreno.

El programa duró poco más de media hora pero siguió siempre el libreto del gobierno: hablar de comercio exterior, por eso estaba allí Ontaneda y del supuesto acuerdo comercial con Estados Unidos que el gobierno se empeña en asegurar que dejará encaminado.

Nadie le preguntó sobre las promesas que hizo en cadena nacional pero que incumplió como la rebaja de su sueldo, refinanciación de préstamos hipotecarios en el BIESS hasta 30 años, pagar a los proveedores del Estado y funcionarios públicos.

Si hablaron de las elecciones, Mendoza jamás le preguntó sobre el pedido de la candidata presidencial de Alianza PAIS, Ximena Peña, que le pidió la renuncia al liderazgo del movimiento.

Le consultaron sobre el juicio político a María Paula Romo, pero nada sobre la violación a la Constitución que implica que Richard Martínez sea ahora funcionario del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Tan cómodo estaba Moreno que se permitió destacar ese nombramiento sin que se replique el artículo de la Constitución que prohíbe que un exministro se incorpore a una entidad acreedora del Estado.

De manera descarada, Moreno se permitió repetir de que Ecuador ha manejado muy bien la pandemia pese a que los contagios en todas las provincias siguen subiendo. Ni una pregunta sobre las contradicciones de las cifras o de por qué los municipios aplican nuevas restricciones.

En fin, Moreno tiene aún tanto respaldo mediático, que se permite ofrecer “entrevistas” con preguntas hechas, sin que a nadie le extrañe. Mientras tanto las preguntas que importan, cuyas respuestas necesita el país, siguen sin hacerse. (O)

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