Guayaquil sufrió la peor tragedia de su historia

La tragedia más grande en la historia de Ecuador acaba de ocurrir en Guayaquil. Nunca antes había corrido tanta sangre como en los últimos 30 días.

Todos sabían que el impacto de la pandemia iba a ser destructivo en el tercer mundo. A medida que el virus avanzaba por el orbe generaba focos de muerte.

Wuhan, Lombardía, Madrid, Nueva York y ahora Guayaquil se suma a esa lista del horror. Los primeros territorios tienen un sistema sanitario básico como para confiarse en su capacidad y detectar una parte importante de los contagios.

Guayaquil no tuvo ni de lejos eso. Estuvo abandonada a su suerte y le tocó enfrentar en la peor de las orfandades al virus más letal desde que apareció el VIH. Mientras Alexandra Ocles, exsecretaria de Riesgos, hablaba en cadena nacional de contagios que iban subiendo por cuentagotas, en la ciudad la gente moría por centenas. El país estaba ciego y así la pandemia lo golpeó con una dureza descomunal.

Parece quedar claro que la paciente cero no fue tal. El virus estuvo mucho antes en la ciudad incubando lo suficiente hasta estallar con la fuerza de una bomba atómica.

Para comprender la dimensión de la carnicería: el terremoto de hace 4 años dejó 670 muertos. Es como si Guayaquil y sus cantones satélites hubieran sufrido un terremoto durante 15 días.

Ahora se comprende todo: obviamente no había capacidad para recoger 500 muertos diarios. Para tal empresa se necesitaban decenas de vehículos. Por eso los muertos en las calles, las morgues rebosadas y los cementerios colapsados.

Con un sistema de salud reducido por el achicamiento del Estado ordenado por Moreno, Guayaquil no tuvo oportunidad alguna. Eso de quedarse en casa fue una triste realidad, porque se trataba de un mensaje de protegerse de la tormenta y si enfermaba había que morir en el hogar porque en los hospitales reinaba la muerte.

Lo peor y lo más doloroso ha sido comprender que mientras el grito de la muerte recorría Guayaquil el Gobierno lanzó una campaña para desmentir el sufrimiento de la ciudad.

Dijeron que los llantos eran producto de las noticias falsas.

Cuando la gente se ahogaba sin oxígeno y los médicos caían como moscas por la falta de trajes de protección, el Gobierno pagó la deuda a los bonistas extranjeros, lo que bien podría constituir un crimen de lesa humanidad.

El gran logro de Moreno es y será la construcción de dos grandes cementerios en la ciudad.

Será un monumento que siempre recordará a los guayaquileños quienes fueron Lenín Moreno y sus acólitos que en lo peor de la tragedia para la urbe.

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