Chile: lo que pudo ser también el despertar ecuatoriano

Un día antes de que la Conaie y Moreno firmaran la paz con el regreso de los subsidios al combustibles la poderosa clase media quiteña desafió el toque de queda para marchar gritando: Fuera Moreno fuera.

Celebración chilena
Ciudadanos chilenos celebran el triunfo de la opción para cambiar la Constitución de Augusto Pinochet en el referendo del 25 de octubre de 2020.

Era octubre de 2019 y Latinoamérica hervía. El primer despertar ocurrió en Ecuador cuando el gobierno de Lenín Moreno decretó el fin de los subsidios a los combustibles lo que generó un alza de los pasajes de transporte.

La protesta, liderada por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), duró dos semanas y estuvo a punto de expulsar del poder a Moreno, un presidente que como tantos otros en la historia de este país llegó al poder con una promesa e hizo exactamente lo contrario lo que le quitó legitimidad democrática.

Apenas una semana después vino Chile: un aumento del pasaje del metro de Santiago generó una ola de protestas estudiantiles que desembocó en una más grande. Fue el encendido de una mecha para protestar contra el sistema heredado de la dictadura de Augusto Pinochet que ha legitimado la desigualdad y legalizado la privatización de servicios sociales como educación, salud y las jubilaciones.

Si no hubiera sido por la pandemia el logro de aquellos hechos se hubiera visto mucho antes: un referéndum para poner fin al sistema político ideado por la dictadura. Ahora Chile convocará a una Asamblea Constituyente, como antes lo hicieron Ecuador, Venezuela y Bolivia para sentar las bases de una nueva sociedad que sea más igualitaria.

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Pero irónicamente, pese a que la ola de protestas en Latinoamérica empezó en Ecuador y se extendió a Chile y Bolivia (donde ahora se puede decir que la gente protestó para resistir el golpe), es aquí donde no hay cambio alguno, salvo haberse bajado el aumento de los combustibles que frente al éxito de los otros países luce como una victoria pírrica.

Por eso de alguna manera, la oposición política del país que los medios llaman “correísmo” achaca al movimiento indígena haber perdonado a Lenín Moreno, que ahora se sabe fue mortal: la crisis económica se extendió y su manejo de la pandemia ha sido uno de los peores del mundo al tener la mayor tasa de muertes en comparación a su población.

Si el movimiento indígena hubiera ido por el premio mayor: la cabeza de Moreno, la historia hubiera sido diferente. Por supuesto, eso era entregarle la presidencia a Otto Sonnenholzner pero la idea era que este disuelva la Asamblea y convoque elecciones cuanto antes, mucho antes de la llegada del coronavirus a Ecuador.

Así hubiéramos tenido un gobierno legítimo y nuevo para hacer frente a la peor crisis de la humanidad desde la II Guerra Mundial.

El 14 de octubre de 2019, los líderes de la Conaie y el gobierno de Moreno se sentaron en una mesa de diálogo con la mediación de la ONU que terminó en el regreso de los subsidios a los combustibles.

Pero un día antes, el sábado 13 de octubre, por la noche, la poderosa clase media quiteña desafió el toque de queda para marchar pacíficamente bajo un grito: Fuera Moreno fuera. Manifestaciones espontáneas, pero más pequeñas, se repitieron en Guayaquil, Manta y otras ciudades de la Sierra.

El despertar en la sociedad ecuatoriana, sobre todo en su clase media, estuvo a punto de cuajarse, tal y como sucedió días después en Chile. Pero el repliegue de la Conaie frustró ese proceso. Y como consecuencia de ello nos quedamos con Moreno, lo que ha costado al país 30.000 muertos, más pobreza, desempleo y la peor crisis económica de la historia. (O)

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