Oficialismo se victimiza frente al atentado con coche bomba en Guayaquil

Periodistas e influencers asalariados del Gobierno insinúan, sin pruebas, que el atentado de Guayaquil iba dirigido a la familia Noboa.

Atentado en Guayaquil
Equipos de emergencia en el lugar donde estalló un coche bomba en Guayaquil la noche de este 14 de octubre de 2025.

Guayaquil se quedó atónita al observar la enorme explosión de un coche bomba en una de las zonas más concurridas de la ciudad.

Imágenes difundidas en redes muestran una bola de fuego en la avenida Joaquín Orrantia, al frente del Mall del Sol, el centro comercial más grande de Guayaquil.

Una persona murió. Se trata del taxista que estaba grabando el incendio del vehículo que posteriormente estalla. Así la violencia escala aún más en una ciudad que ya consta en la lista de las más peligrosos del mundo.

Y esta vez el objetivo claramente era causar la mayor cantidad de muertes posibles. Terrorismo puro y duro por la ubicación del coche bomba y la hora de la explosión.

A eso se suma que había al menos tres bombas que no lograron estallar. Si eso hubiera ocurrido se habría tenido un baño de sangre similar a los grandes atentados terroristas llevados a cabo por los islamistas radicales.

El alcalde de Guayaquil, Aquiles Alvarez, dio un informe revelador. “Con videos de Segura EP entregados a la Policía y FF.AA. se persiguió y capturó en delito flagrante al potencial autor de la bomba de la Bahía. Los indicios eran claros, concordantes y unívocos. Y aun así, la Fiscalía del Guayas no acusó. El caso fue archivado. El posible autor material, libre”, indicó.

Y agrega que “hay un grupo terrorista con un objetivo claro y con jerarquías, roles específicos. Unos ponen las bombas y otros los sacan de la cárcel si los capturan”. Advierte que están dispuestos a todo, incluso dinamitar lugares con niños y mujeres.

Eso es lo que se sabe, de manera oficial, sobre el atentado de Guayaquil. Pero ciertamente una nube de humo se está instalando alrededor de él.

Minutos después los influencers y periodistas pautados por el Gobierno, de manera articulada, empezaron a difundir mensajes en los que insinúan que el ataque iba dirigido a la familia del presidente.

Ciertamente en el lugar donde estalla la bomba están ubicadas las oficinas del Grupo Nobis, que pertenece a Isabel Noboa, tía del Presidente.

Lo que parece es que se trata de victimizar a Noboa, tal y como se hizo cuando se apedreó la caravana de Noboa en Cañar.  En aquella ocasión se quiso presentar esa acción como un ataque director contra el Mandatario, pero la operación no prosperó al evidenciarse contradicciones en la versión gubernamental.

Lo que llama la atención es la rápida reacción comunicativa del oficialismo, casi como que si hubieran sabido con antelación lo que iba a ocurrir.

Y luego está la rápida aparición del gobernador del Guayas, Humberto Plaza, en el lugar de los hechos para ofrecer proclamas políticas.

El gobernador, que apenas se lo conoce en los medios de comunicación, aseguró sin prueba alguna que el atentado sería una acción de grupos indígenas que como no pueden caotizar Guayaquil, lo hacen a través de estas herramientas.

Luego los periodistas le preguntan sobre los primeros hallazgos de la investigación. Contesta que no tiene nada aún.

El gobierno necesita, desesperadamente, victimizar a Noboa porque debe presentarlo como hombre fuerte. Le urge construir esa figura y ese relato de cara a la consulta popular.

El asesinato de Villavicencio lo benefició. Lo mismo ocurrió con el asalto a TC Televisión. Lo intentaron infructuosamente en la pedrada a su vehículo y ahora lo vuelven hacer con el atentado de Guayaquil.

La explosión ocurre luego de un día de sangre y fuego en Imbabura que dejaron imágenes de militares perpetrando acciones sádicas de represión.

La explosión de esta manera desvía la atención ante las graves violaciones a los derechos humanos de la fuerza pública. A eso se suma que, de manera sospechosa, el Gobierno trata de capitalizar.

Lo que es real es que la explosión de Guayaquil evidencia una dura realidad. La fuerza pública se usa para perseguir y reprimir la protesta social. La dureza solo es para los manifestantes.

Eso se contrapone a la inseguridad que vive Ecuador. Para luchar contra las bandas que asesinan simplemente no hay voluntad.

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